No hay dudas
acerca de que un aspecto esencial de los cambios que conlleva la adolescencia (cambios que a
veces resultan ser progresivos aunque con frecuencia se efectúan de manera abrupta) son aquellos
referidos a las relaciones y vínculos de los/as adolescentes con sus padres. Relaciones ya forjadas
durante la infancia, pero que deberán atravesar importantes transformaciones en el transcurso
de la adolescencia de la nueva generación. No sólo el/la adolescente debe afrontar procesos
de profundas modificaciones corporales, mentales y vinculares, “sociopsicobiológicas”,
también los adultos de su entorno acompañan, de una u otra manera, estos procesos transformadores.
Los padres deberán renovarse y renunciar a ser, como hasta el momento, padres de
un/a “chiquito/a”.
En la infancia, para los niños como también para sus familias, resulta natural, diríamos obvia, la
dependencia y radical necesidad que los pequeños tienen de los adultos, sean sus padres o sustitutos.
En tanto que el adolescente, por un lado, “sabe” de la necesidad de sus padres o sustitutos,
por otra parte, su propio desarrollo físico y mental lo “empuja” a lograr su autonomía, incluso los
jóvenes a veces son tomados por una certeza anticipadora que enuncia que “ya pueden solos”. Sin
duda es en este punto donde encontramos un importante desafío para los padres con respecto a
este período de la vida de sus hijos, este tiempo “adolescente” que transcurre “entre” la dependencia
y la autonomía con respecto de los padres o maestros. Una frase podría resumir el desafío que
los padres enfrentan desde que despunta la adolescencia de sus hijos: “¿cómo dejar crecer, dejar
ir, pero sin abandonar sino, por el contrario, acompañando y cuidando?”. Es difícil para los padres,
pero también es difícil para los hijos porque pueden sentirse culpables de “abandonar” a
quienes les dieron la vida, los cuidaron, etc.; aun cuando lo “natural” en nuestra cultura es que los
hijos, al crecer, dejen el mundo familiar de origen para elegir su propia vida. Durante la niñez los
padres son el centro de referencia más importante en la vida de los niños, las figuras con quienes se identifican, en quienes se amparan, de quienes aceptan los límites. Con la llegada de la adolescencia
todo cambia y ahora es el mundo exterior, los “otros mundos”, aquello que resulta extremadamente
atractivo para los adolescentes. El dilema que se presenta para los adolescentes y jóvenes con relación a sus padres podríamos formularlo así: ¿cómo prepararse para partir sin sentir
que esto es un abandono a sus padres, su familia de origen?
Familia, adolescentes y jóvenes
desde una perspectiva de derechos
Beatriz Taber*
https://www.unicef.org/argentina/spanish/Proponer_y_Dialogar2.pdf
Como docentes, padres y adultos, sabemos que es necesaria la creación de nuevos vinculos que serán sostén para sus trayectorias, y por qué no, de sus vidas, resignificándolas, ya que la adolescencia es una etapa de
cambios intensos a todo nivel (fisiológico, corporal, intelectual, afectivo,
etc.) La adolescencia es una etapa de transformación tanto para el o la
adolescente -quienes la vivencian directamente- como para todos aquellos que
están alrededor: padre, madre, hermanos, familiares, profesores, amigos...
La adolescencia es una etapa que nos
moviliza y genera incertidumbres temores
y curiosidades. Por ello resulta clave pensar sobre esta etapa y reflexionar,
no sólo sobre cómo son los y las adolescentes sino lo que nos genera trabajar
con un grupo de estas características.
¿CUÁNDO Y
CÓMO EMPIEZA LA ADOLESCENCIA?
Es factible preguntarse en qué momento
es que los niños y niñas con las que trabajamos se transforman y cambian tanto,
¿en qué momento se vuelven adolescentes?
La adolescencia, aun cuando muchas
veces lo parezca, no empieza de un momento a otro, sino que su inicio está
marcado por el comienzo de la pubertad. Es un proceso que se desarrolla en una
etapa difusa, sin comienzos ni finales claramente delimitados en el tiempo.
Durante la pubertad los cambios
fisiológicos (hormonales) se desatan y empieza una transformación en el cuerpo
de niños y niñas. Vemos cómo empiezan a crecer y a mostrar en sus cuerpos las
evidencias del inicio de dicho proceso.
Esto no se da al mismo tiempo en todos
los chicos y chicas, ni tampoco de forma armoniosa en cada uno. Muchas veces
podemos haber visto chicos que parecen torpes o que han crecido mucho pero que
siguen pareciendo niños, esto tiene que ver con que este proceso es lento y no
suele darse de manera uniforme en los púberes.
¿CUÁLES
SON LAS CONSECUENCIAS DE ESTOS CAMBIOS?
Deberíamos pensar a los sujetos y a
nosotros mismos como personas integrales, donde todo cambio a nivel fisiológico
no ocurre de forma aislada en la esfera del cuerpo y de lo físico, sino que
tiene un impacto en lo emocional, subjetivo, en lo cognitivo y en los social.
Además todo esto está a su vez
influido por el entorno económico, social y cultural en el que se desarrollan
los adolescentes. Los cambios que viven los adolescentes tienen un correlato
afectivo, así como lo tienen para las personas que están alrededor suyo (padres
y profesores).
Los jóvenes perciben lo que los otros
piensan y sienten en relación a ellos aunque no se explicite, esto los impacta profundamente.
Los
adolescentes son diferentes aunque tengan cosas en común
Una de las tareas más importantes que
tienen que resolver los adolescentes tiene que ver con la formación y
consolidación de su identidad. Esto no quiere decir que antes no haya habido
una identidad, sino que en esta etapa el adolescente se cuestiona y pregunta
mucho quién es y cómo es, además de cómo lo ven los demás y cómo quisiera ser
visto.
Estas diferentes respuestas muchas
veces son contradictorias entre sí, además el adolescente NECESITA SENTIRSE ÚNICO
A LA VEZ QUE QUIERE SENTIRSE PARTE DE UN GRUPO CON EL QUE TIENE COSAS EN COMÚN
La llegada de la madurez sexual o de
la pubertad, es un tema que los moviliza considerablemente, y muchas veces no
logran comprender tales cambios y sensaciones. Es difícil encontrar con quién
compartir esa situación, incluso con pares, porque usualmente llega en momentos
distintos en un mismo grupo.
Los que maduran prontamente a nivel físico,
suelen ser vistos más grandes por los adultos que están alrededor, se les exige
o espera de ellos que se comporten con mayor compromiso a nivel intelectual y
emocional. Por ejemplo suele asignárseles más responsabilidades aun cuando no
haya una maduración afectiva o cognitiva que coincida con lo que se ve física o
externamente.
Por otro lado, los que demoran más
tiempo en madurar a nivel físico, tienen la ventaja de tener más tiempo para
adaptarse a los cambios y a la vez poder observar a los compañeros que van
cambiando. A la vez pueden sentirse perturbados por el hecho de parecer más
infantiles, ambos sentimientos o experiencias -aunque sean contradictorias-
coexisten en una misma persona.
LA
ADOLESCENCIA ES PRODUCTO DE UN CONTEXTO
Los adolescentes tienen sus propias
formas de ser y mirar el mundo, que deben ser escuchadas y reconocidas. Cuando
los adultos no están de acuerdo con algo que propone el adolescente, deben
estar dispuestos a dialogar, pero nunca debería invalidarse la voz del
adolescente.
Poner límites ES importante porque es
una manera de demostrarle al otro que se valora y por ende se le cuida.
Hay quienes no dan lugar a la adolescencia,
no sólo no escuchan al adolescente sino que piensan que como “es una etapa
transitoria y que ya va a pasar” no es importante mirar lo que sucede, casi
como si no estuviera ocurriendo. Muchas veces esto tiene que ver con lo que los
propios adolescentes provocan y movilizan en los adultos, en relación a sus
propias historias de vida, cuando eran adolescentes.
Trabajar con chicos y chicas de esta
edad implica entrar en contacto con cómo fue la propia experiencia adolescente
y todo aquello que no fue resuelto de uno mismo; por ello es un trabajo y una
experiencia que supone tantos retos y que cuestiona y moviliza mucho.
¿Cómo
miramos los y las docentes a los adolescentes?
¡No entiendo qué les pasa! Hay mucho desconocimiento
de lo que sucede en esta etapa y también hay poca observación por parte de los
adultos. Muchas veces éstos miran a los adolescentes desde sus propios
prejuicios y estereotipos buscando que éstos se confirmen y no pudiendo observar
lo que realmente sucede.
La dificultad se presenta en lograr mantener
la mirada en lo concreto y específico que sucede con los adolescentes y a la
vez no perder la perspectiva teniendo en
cuenta que es una etapa de muchos cambios y exploración.
La mirada enfocada en los problemas y
dificultades es sesgada, ya que no permite reconocer los recursos y los
aspectos positivos del desarrollo del adolescente. Perdiéndose la oportunidad
de entender los conflictos como parte del desarrollo humano, necesarios además,
porque son una forma de aprender a afrontar las situaciones complejas y
desplegar los recursos para hacerles frente. Estas posiciones pueden promover
en los adolescentes la interiorización de una mirada negativa del sí mismo.
Se debería trabajar sobre la angustia que suelen provocar
los desbordes o momentos de falta de control y límites, así como a los momentos
en que los adolescentes plantean preguntas y dudas que no somos capaces de
resolver. También las respuestas que damos con rasgos de irritación y cansancio:
muchas veces cuando trabajamos con adolescentes, al ser una población que nos
reta y confronta -incluso llevándonos a nuestros límites- parecemos estar superados
de ciertas situaciones repetitivas. Esto nos lleva a ser poco tolerantes e
incluso anticiparnos de forma negativa a lo que podría venir de parte de un o
una adolescente.
¡NO DEBEMOS PERDER LA
CURIOSIDAD POR DESCUBRIR CÓMO ES EL MUNDO DE CADA ADOLESCENTE EN PARTICULAR!
¿Cuál es
el rol de los y las docentes que trabajan con adolescentes?
Generar contextos y climas adecuados
para que convivan de forma “armoniosa” diferentes formas de ser adolescente,
respetando las diferencias y encontrando también formas de hacer que los y las
adolescentes encuentren puntos comunes entre sí.
Poder rescatar de cada adolescente
algo positivo y devolverlo, aun cuando se pongan límites y se necesite llamar
la atención por diferentes comportamientos. Poner límites y ejercer autoridad a
la vez que se les refuerza algo positivo y saludable de sí mismos, es el
desafío.
Comprender al adolescente no implica
necesariamente ser permisivo, los límites siempre deben ir acompañados de una
explicación del porqué de los mismos,
aun cuando pensemos o parezca que los adolescentes no nos están escuchando o
que nuestras explicaciones no les importan, siempre las registran y aunque no
les encuentren sentido en esa situación, valoran el que consideremos importante
explicarles los motivos del límite o de alguna devolución.
La adolescencia se caracteriza por ser
una etapa donde la independencia es clave, sin embargo los adolescentes también
son dependientes de las personas de su entorno, tanto de sus familias, como de
otros adultos significativos, entre ellos los docentes.
En ese sentido, hay una tensión
permanente en ellos mismos porque necesitan sentirse independientes y ponerse a
prueba, a la vez que quieren saber que pueden recurrir a las personas que son
figuras de cuidado y autoridad. Es clave que los docentes se muestren como
personas que están disponibles para que los adolescentes recurra a ellos siempre
que necesiten algo.