jueves, 19 de octubre de 2017

¿CÓMO ENTENDEMOS AL SUJETO ADOLESCENTE?


 No hay dudas acerca de que un aspecto esencial de los cambios que conlleva la adolescencia (cambios que a veces resultan ser progresivos aunque con frecuencia se efectúan de manera abrupta) son aquellos referidos a las relaciones y vínculos de los/as adolescentes con sus padres. Relaciones ya forjadas durante la infancia, pero que deberán atravesar importantes transformaciones en el transcurso de la adolescencia de la nueva generación. No sólo el/la adolescente debe afrontar procesos de profundas modificaciones corporales, mentales y vinculares, “sociopsicobiológicas”, también los adultos de su entorno acompañan, de una u otra manera, estos procesos transformadores. Los padres deberán renovarse y renunciar a ser, como hasta el momento, padres de un/a “chiquito/a”.

En la infancia, para los niños como también para sus familias, resulta natural, diríamos obvia, la dependencia y radical necesidad que los pequeños tienen de los adultos, sean sus padres o sustitutos. En tanto que el adolescente, por un lado, “sabe” de la necesidad de sus padres o sustitutos, por otra parte, su propio desarrollo físico y mental lo “empuja” a lograr su autonomía, incluso los jóvenes a veces son tomados por una certeza anticipadora que enuncia que “ya pueden solos”. Sin duda es en este punto donde encontramos un importante desafío para los padres con respecto a este período de la vida de sus hijos, este tiempo “adolescente” que transcurre “entre” la dependencia y la autonomía con respecto de los padres o maestros. Una frase podría resumir el desafío que los padres enfrentan desde que despunta la adolescencia de sus hijos: “¿cómo dejar crecer, dejar ir, pero sin abandonar sino, por el contrario, acompañando y cuidando?”. Es difícil para los padres, pero también es difícil para los hijos porque pueden sentirse culpables de “abandonar” a quienes les dieron la vida, los cuidaron, etc.; aun cuando lo “natural” en nuestra cultura es que los hijos, al crecer, dejen el mundo familiar de origen para elegir su propia vida. Durante la niñez los padres son el centro de referencia más importante en la vida de los niños, las figuras con quienes se identifican, en quienes se amparan, de quienes aceptan los límites. Con la llegada de la adolescencia todo cambia y ahora es el mundo exterior, los “otros mundos”, aquello que resulta extremadamente atractivo para los adolescentes. El dilema que se presenta para los adolescentes y jóvenes con relación a sus padres podríamos formularlo así: ¿cómo prepararse para partir sin sentir que esto es un abandono a sus padres, su familia de origen? 

Familia, adolescentes y jóvenes desde una perspectiva de derechos Beatriz Taber* 
https://www.unicef.org/argentina/spanish/Proponer_y_Dialogar2.pdf 


Como docentes, padres y adultos, sabemos que es necesaria la creación de nuevos vinculos que serán sostén para sus trayectorias, y por qué no, de sus vidas, resignificándolas, ya que la adolescencia es una etapa de cambios intensos a todo nivel (fisiológico, corporal, intelectual, afectivo, etc.) La adolescencia es una etapa de transformación tanto para el o la adolescente -quienes la vivencian  directamente- como para todos aquellos que están alrededor: padre, madre, hermanos, familiares, profesores, amigos...
La adolescencia es una etapa que nos moviliza y genera incertidumbres  temores y curiosidades. Por ello resulta clave pensar sobre esta etapa y reflexionar, no sólo sobre cómo son los y las adolescentes sino lo que nos genera trabajar con un grupo de estas características.
¿CUÁNDO Y CÓMO EMPIEZA LA ADOLESCENCIA?

Es factible preguntarse en qué momento es que los niños y niñas con las que trabajamos se transforman y cambian tanto, ¿en qué momento se vuelven adolescentes?
La adolescencia, aun cuando muchas veces lo parezca, no empieza de un momento a otro, sino que su inicio está marcado por el comienzo de la pubertad. Es un proceso que se desarrolla en una etapa difusa, sin comienzos ni finales claramente delimitados en el tiempo.
Durante la pubertad los cambios fisiológicos (hormonales) se desatan y empieza una transformación en el cuerpo de niños y niñas. Vemos cómo empiezan a crecer y a mostrar en sus cuerpos las evidencias del inicio de dicho proceso.
Esto no se da al mismo tiempo en todos los chicos y chicas, ni tampoco de forma armoniosa en cada uno. Muchas veces podemos haber visto chicos que parecen torpes o que han crecido mucho pero que siguen pareciendo niños, esto tiene que ver con que este proceso es lento y no suele darse de manera uniforme en los púberes.
¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DE ESTOS CAMBIOS?

Deberíamos pensar a los sujetos y a nosotros mismos como personas integrales, donde todo cambio a nivel fisiológico no ocurre de forma aislada en la esfera del cuerpo y de lo físico, sino que tiene un impacto en lo emocional, subjetivo, en lo cognitivo y en los social.
Además todo esto está a su vez influido por el entorno económico, social y cultural en el que se desarrollan los adolescentes. Los cambios que viven los adolescentes tienen un correlato afectivo, así como lo tienen para las personas que están alrededor suyo (padres y profesores).
Los jóvenes perciben lo que los otros piensan y sienten en relación a ellos aunque no se explicite, esto los impacta profundamente.
Los adolescentes son diferentes aunque tengan cosas en común

Una de las tareas más importantes que tienen que resolver los adolescentes tiene que ver con la formación y consolidación de su identidad. Esto no quiere decir que antes no haya habido una identidad, sino que en esta etapa el adolescente se cuestiona y pregunta mucho quién es y cómo es, además de cómo lo ven los demás y cómo quisiera ser visto.
Estas diferentes respuestas muchas veces son contradictorias entre sí, además el adolescente NECESITA SENTIRSE ÚNICO A LA VEZ QUE QUIERE SENTIRSE PARTE DE UN GRUPO CON EL QUE TIENE COSAS EN COMÚN
La llegada de la madurez sexual o de la pubertad, es un tema que los moviliza considerablemente, y muchas veces no logran comprender tales cambios y sensaciones. Es difícil encontrar con quién compartir esa situación, incluso con pares, porque usualmente llega en momentos distintos en un mismo grupo.
Los que maduran prontamente a nivel físico, suelen ser vistos más grandes por los adultos que están alrededor, se les exige o espera de ellos que se comporten con mayor compromiso a nivel intelectual y emocional. Por ejemplo suele asignárseles más responsabilidades aun cuando no haya una maduración afectiva o cognitiva que coincida con lo que se ve física o externamente.
Por otro lado, los que demoran más tiempo en madurar a nivel físico, tienen la ventaja de tener más tiempo para adaptarse a los cambios y a la vez poder observar a los compañeros que van cambiando. A la vez pueden sentirse perturbados por el hecho de parecer más infantiles, ambos sentimientos o experiencias -aunque sean contradictorias- coexisten en una misma persona.

LA ADOLESCENCIA ES PRODUCTO DE UN CONTEXTO

Los adolescentes tienen sus propias formas de ser y mirar el mundo, que deben ser escuchadas y reconocidas. Cuando los adultos no están de acuerdo con algo que propone el adolescente, deben estar dispuestos a dialogar, pero nunca debería invalidarse la voz del adolescente.
Poner límites ES importante porque es una manera de demostrarle al otro que se valora y por ende se le cuida.
Hay quienes no dan lugar a la adolescencia, no sólo no escuchan al adolescente sino que piensan que como “es una etapa transitoria y que ya va a pasar” no es importante mirar lo que sucede, casi como si no estuviera ocurriendo. Muchas veces esto tiene que ver con lo que los propios adolescentes provocan y movilizan en los adultos, en relación a sus propias historias de vida, cuando eran adolescentes.
Trabajar con chicos y chicas de esta edad implica entrar en contacto con cómo fue la propia experiencia adolescente y todo aquello que no fue resuelto de uno mismo; por ello es un trabajo y una experiencia que supone tantos retos y que cuestiona y moviliza mucho.
¿Cómo miramos los y las docentes a los adolescentes?

¡No entiendo qué les pasa! Hay mucho desconocimiento de lo que sucede en esta etapa y también hay poca observación por parte de los adultos. Muchas veces éstos miran a los adolescentes desde sus propios prejuicios y estereotipos buscando que éstos se confirmen y no pudiendo observar lo que realmente sucede.
La dificultad se presenta en lograr mantener la mirada en lo concreto y específico que sucede con los adolescentes y a la vez no perder la perspectiva  teniendo en cuenta que es una etapa de muchos cambios y exploración.
La mirada enfocada en los problemas y dificultades es sesgada, ya que no permite reconocer los recursos y los aspectos positivos del desarrollo del adolescente. Perdiéndose la oportunidad de entender los conflictos como parte del desarrollo humano, necesarios además, porque son una forma de aprender a afrontar las situaciones complejas y desplegar los recursos para hacerles frente. Estas posiciones pueden promover en los adolescentes la interiorización de una mirada negativa del sí mismo.
Se debería trabajar sobre la angustia que suelen provocar los desbordes o momentos de falta de control y límites, así como a los momentos en que los adolescentes plantean preguntas y dudas que no somos capaces de resolver. También las respuestas que damos con rasgos de irritación y cansancio: muchas veces cuando trabajamos con adolescentes, al ser una población que nos reta y confronta -incluso llevándonos a nuestros límites- parecemos estar superados de ciertas situaciones repetitivas. Esto nos lleva a ser poco tolerantes e incluso anticiparnos de forma negativa a lo que podría venir de parte de un o una adolescente.
¡NO DEBEMOS PERDER LA CURIOSIDAD POR DESCUBRIR CÓMO ES EL MUNDO DE CADA ADOLESCENTE EN PARTICULAR!

¿Cuál es el rol de los y las docentes que trabajan con adolescentes?
Generar contextos y climas adecuados para que convivan de forma “armoniosa” diferentes formas de ser adolescente, respetando las diferencias y encontrando también formas de hacer que los y las adolescentes encuentren puntos comunes entre sí.
Poder rescatar de cada adolescente algo positivo y devolverlo, aun cuando se pongan límites y se necesite llamar la atención por diferentes comportamientos. Poner límites y ejercer autoridad a la vez que se les refuerza algo positivo y saludable de sí mismos, es el desafío.
Comprender al adolescente no implica necesariamente ser permisivo, los límites siempre deben ir acompañados de una explicación del porqué de los mismos, aun cuando pensemos o parezca que los adolescentes no nos están escuchando o que nuestras explicaciones no les importan, siempre las registran y aunque no les encuentren sentido en esa situación,  valoran el que consideremos importante explicarles los motivos del límite o de alguna devolución.
La adolescencia se caracteriza por ser una etapa donde la independencia es clave, sin embargo los adolescentes también son dependientes de las personas de su entorno, tanto de sus familias, como de otros adultos significativos, entre ellos los docentes.
En ese sentido, hay una tensión permanente en ellos mismos porque necesitan sentirse independientes y ponerse a prueba, a la vez que quieren saber que pueden recurrir a las personas que son figuras de cuidado y autoridad. Es clave que los docentes se muestren como personas que están disponibles para que los adolescentes recurra a ellos siempre que necesiten algo.


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